Relatos Matemáticos: El Conde Diferencial
Érase una vez un pequeño pueblo, en medio de un hermoso valle de montañas puntiagudas y verdes bosques. Su nombre era y es Weierstrass, en honor a su padre fundador, y en él habían habitado generaciones y generaciones de funciones reales, llevando una vida sencilla y feliz, siempre contentos con su gobernador, que pertenecía a la familia de funciones de su fundador, su adorado Weierstrass. Pero una especie de maldición parecía que se habia apoderado de esta familia, y ninguno de sus miembros conseguía dar un sucesor. Fue un día triste cuando el último miembro les abandonó asintóticamente, dejando un vacío en el castillo del pueblo, y por tanto en su gobierno.
El pueblo entero estaba revuelto buscando solución, cuando de repente apareció un personaje, y les comenzó a hablar:
-Soy la útlima función de la estirpe, dijo alzando la voz, primo segundo del nieto del sobrino del hermano del bisnieto del mismísimo Weierstrass.
La muchedumbre, después someter a susodicho personaje a mil transformaciones y límites, empezó a prorumpir en vítores su nombre.
-¡¡Viva el Conde Diferencial!!, así era como se llamaba ¡¡Qué la transformada de Laplace lo acoja en su gloria!!, gritaban.
Todo volvía a la normalidad, y muchas funciones femeninas (la mayoría eran funciones seno) iban al castillo del conde a coquetear con él, aunque ninguna llegó a hacer composición. Los maridos y hombres del pueblo tenían lógicos celos de él, sobre todo algunos que de tanto componerse consigo mismos estaban perdiendo su propia identidad, otros sin embargo se quedaban un poco igual, los pobres eran algo idempotentes. Pero los celos pasaron a mayores, cuando una de las mujeres polinómicas, que según los hombres del lugar habían visitado al Conde, no volvió a ser vista, como si una singularridad se la hubiera tragado.
Hubo una reunión de emergencia en el teatro de Weierstrass, pero a espaldas de su nuevo gobernador, para tratar el asunto. El marido de la pobre mujer declaró que ésta se fue a la tarde al castillo para entregarle al apuesto Conde un regalo como agradecimiento por su aparición, y hasta la fecha no había regresado.
¡Diferencial la ha secuestrado! ¡Culpable! Decían unos
¡Tenemos que pararle! ¡Va a por nuestras muejeres! Decían otros
Los menos decían que no tenían pruebas para acusarle y que había que esperar. Pero el tiempo parecía que les iba a quitar la razón, y eso que en la reunión prohibieron que sus mujeres visitaran el castillo. Y es que una noche, en casa de un feliz matrimonio, el hombre de la casa, que se acostó como siempre junto con su amada función polinómica , amaneció sólo, con su parte de la cama aún caliente. Los casos se fueron sucediendo, siempre de la misma manera, y siempre a las mismas víctimas.
Unos decían que habían visto alguna sombra merodear por la noche, otros aseguraban haber visto como sus mujeres se consumían hasta desaparecer, pero fue el siguiente testimonio el más creible, el que las funciones del lugar querían creer:
¡Yo he visto al culpable! ¡Yo se quien se llevó mi amada! decía
Por lo visto, esa noche, como todas desde el primer incidente, decidieron cerrar todo a cal y canto. Su casa era el mejor conjunto cerrado de todo Weierstrass. La noche en la que su querida función desapareció, el se quedó en vela junto a la cama. Ella era una bella función polinómica de grado 10, muy codiciada en un entorno abierto de radio n, que cada vez se iba haciendo más grande. Él le decía que n tendia a infinito y ella se sonrojaba. El caso es que vio como algo muy pequeño, de hecho tan pequeño como ese objeto quisiera, se coló en la habitación. ¡Imposible! pensó él. Ese algo se transformó en sus narices en el Conde y vio petrificado como delante suya iba chupando los grados de su esposa hasta hacerla desaparecer.
¡Delante mía, en mi cara! Y nada pude hacer…
Ya lo tenían claro, el pueblo entero iría a por él. Esa misma tarde, antes de caer el Sol, todos harían una traslación al castillo, armados con palos de integrales que portaban algunas funciones que tenían puntos no derivables, que por alguna razón ponían nervioso al Conde. El plan, muy sencillo, operarle una de esas integrales para que dejara por fin de derivar polinomios.
Dicho y hecho, la muchedumbre abatió la puerta del castillo, halló al Conde Diferencial en su gran mesa de su enorme salón cenando, y sin que este pudiera mediar palabra, acabaron con él para el resto de la eternidad…
Y Weierstrass volvió a ser feliz, y el asunto de los gobernadores lo solucionaron con rotaciones entre los vecinos cada año. El pueblo volvió a la tranquilidad por mucho tiempo, o quizás no tanto…
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